Por: Roberto Sancho Álvarez
El vehículo llegó a la Fortuna de San Carlos, la conductora hizo una maniobra precisa y el grupo descendió para dejarlos frente a una
de sus mayores aventuras: viajar a alta velocidad por encima de los árboles.
Levante el pie izquierdo, ahora el derecho, el joven empleado de la compañía
Sky Trek, les ceñía el cinturón y les entregaba los cascos para finalizar con un par de guantes que en minutos, entrarían en contacto con la
velocidad, aventura y adrenalina del grupo de aventureros no videntes y sus guías.
Mientras esperaban, el sonido del metal, los cinturones y la incertidumbre, daban paso a las bromas, «esto suena como las carlancas de la
Isla de San Lucas», «seguro de aquí lo enganchan a cada uno para formar un tren de ciegos hacia el vacío…» pero el instructor ya se
dirigía hacia el teleférico.
Uno a uno, subió a la estructura y luego, se pusieron en marcha, el ascenso era lento, algunas ramas les recordaba su presencia y despertaba
su imaginación , las aves cantaban para que se enteraran de su saludo de bienvenida a la naturaleza.
Al finalizar el recorrido de 1300 metros, descendieron a la plataforma donde les mostraron un grueso cable que los guiaría por el espacio
que bajo sus pies, alcanzaba alturas hasta de 196 metros.
El momento por fin llegaba, se requería un voluntario, lo pensé un momento
y … levanté un tanto la mano y ahí estaba, pronto entendería el rol del casco, cinturón y aditamentos en mi cuerpo.
Del grueso cable, pendía la polea una estructura con una especie de manubrio, coloqué una mano a cada lado me senté en el aire y… allá
voy…
La experiencia se repitió 8 veces, y lo mismo hicieron mis compañeros que en forma decidida completaron el recorrido.
El viento y la tenue lluvia, llegaban a nuestros rostros mientras viajábamos a 64 kilómetros por hora en ése imponente bosque lluvioso.
El primer cable, solo tenía 20 metros de largo, una buena forma de adquirir confianza, experimentar la manera de frenar , colocar el cuerpo
en forma apropiada para desarrollar velocidad y muchos otros aspectos que en otros recorridos de hasta 750 metros serían indispensables.
Al superar cada meta, los viajeros, deseaban pasar al siguiente cable, la algarabía era evidente, los guías describían los rostros,
unos más pálidos que otros, pero todos reflejaban el gozo interior.
«si les movemos el cable de izquierda a derecha es para que frenen», dijo el instructor , quien hace señas a las personas videntes cuando
desea que ejecuten ésta acción para disminuir la velocidad al ingresar a la siguiente plataforma.
A la una, a las 2 y a las 3… un yuuhuuuuu… se perdía a lo lejos, quienes ya estaban esperándolo, sabían si estaba frenando, venía con
mucha velocidad o si era
hora de alentarlo o molestarlo, cada uno tenía mucho que contar en ésos breves instantes de la espera.
Un integrante del grupo, además de viajar por el canopy, fue designado para grabar en video el arribo de cada uno y luego, él y otros guías,
describían las imágenes logradas.
Eric Chacón, comentó que no imaginaba poderse lanzar en un canopy como lo había hecho pocos minutos antes, mientras que Andrés Carvajal,
representante de la Fundación para el Progreso de las Personas Ciegas, agradeció al propietario de las instalaciones, la oportunidad brindada
al colectivo de personas no videntes.
El señor Rodrigo Valverde, empresario dueño del lugar, afirmó que, las personas con discapacidad, tienen el derecho a disfrutar en forma
segura, de las mismas cosas que quienes no tienen limitaciones aparentes: «aquí hemos tenido visitantes con problemas para caminar y
han utilizado el teleférico y otros sin un brazo o con prótesis en una pierna, nos han acompañado en el canopy, pero todavía esperamos
mejorar las condiciones de accesibilidad para la mayor cantidad de turistas posibles» afirmó el empresario.
El grupo instó a los ciudadanos con discapacidad a recrearse para mantener una buena calidad de vida y afirmaron, que aquellos empresarios
que ofrezcan condiciones de accesibilidad, aptas para todo tipo de público, se estarán asegurando un mercado creciente y rentable que en
países desarrollados, ya marcan la diferencia en los ingresos.