Prólogo de UNA VOZ UNIVERSAL, publicado por:
Unión Mundial de Ciegos
A través de esta publicación, los hombres y mujeres de la Unión Mundial de Ciegos (UMC), interlocutor reconocido de la voz de todas las personas ciegas y deficientes visuales a nivel internacional, queremos darnos a conocer y acercar un poco más la realidad que representamos.
Desde el nacimiento del genial inventor del sistema de lecto-escritura braille hace ahora dos siglos, las personas ciegas hemos alcanzado a través de la alfabetización una mayor conciencia de nuestras posibilidades y hemos venido reivindicando nuestro espacio en la sociedad en igualdad de condiciones y con todas las oportunidades que como ciudadanos de pleno derecho nos son propias.
Son muchos los retos y las dificultades, y largo el camino para poder cumplirlos. Por todo ello, es importante no caminarlo solos. Desde aquí queremos recorrerlo contigo a través de los tres diferentes capítulos de que consta esta edición que ha sido publicada para la UMC con el patrocinio de la ONCE, Organización Nacional de Ciegos Españoles.
En las próximas páginas, podréis conocer mejor qué es la Unión Mundial de Ciegos y cuál es nuestra misión, nuestros principios, logros y objetivos, así como nuestra estructura a nivel mundial. Recorreremos también, de la mano de Louis Braille en homenaje a su persona y su obra, en el marco del 200 aniversario de su nacimiento, la creación del sistema braille y cómo ha transformado la vida de tantas personas con problemas de visión dando la luz que necesitaban para poder acceder a la lectura, y a través de esta, a su formación, educación e información de forma autónoma.
En el tercer y último capítulo miraremos al futuro con optimismo describiendo lo que supone para nosotros la aprobación por parte de la Asamblea General de Naciones Unidas de su primera Convención sobre derechos humanos del siglo XXI: «La Convención de los Derechos de las Personas con Discapacidad».
Desde su aprobación, son muchos los países que ya la han ratificado, lo que ha permitido que alcance en tiempo récord el estatus de tratado vinculante.
Pero para poder seguir avanzando en la defensa de los intereses y derechos de las personas con discapacidad en general y ciegas y con baja visión en particular, necesitamos del apoyo de los gobiernos y las administraciones públicas y privadas, de las empresas con espíritu solidario, de las instituciones sociales y organizaciones no gubernamentales y de la ciudadanía en general, para que entre todos podamos seguir reivindicando y defendiendo las medidas económicas y legislativas necesarias que nos ayuden en nuestro largo camino y nuestro lema; para seguir «cambiando el significado de ser ciego».
Braille cumple dos siglos
Louis Braille, de cuyo nacimiento se cumplen ahora dos siglos, no tuvo la satisfacción de asistir en vida al éxito inequívoco de su sencillo y genial invento, que revolucionó la vida de las personas ciegas al abrirles las puertas del conocimiento y la cultura, campos que hasta entonces les estaban vedados.
Los comienzos no fueron, sin embargo, fáciles. Braille completó su método en 1824, cuando apenas contaba 15 años de edad, y murió dos años antes de que en Francia se adoptara oficialmente, en 1854. Durante décadas el sistema se enfrentó a las actitudes de rechazo tanto de los profesores del Instituto de Jóvenes Ciegos de París, donde el propio Braille estudió y enseñó, como de las personas con vista, e incluso atravesó periodos en los que llegó a estar prohibido. Hubo que esperar a 1878 para que un congreso internacional celebrado en París otorgara al braille el reconocimiento e impulso necesarios para su progresiva implantación internacional. Desde entonces, la formación, desarrollo y autonomía de los ciegos ha dependido en gran medida de este sistema de lecto-escritura universal que, casi dos siglos después de su creación, se aplica prácticamente a todos los idiomas del mundo.
Aunque en los últimos años no han faltado las voces que han anunciado a bombo y platillo la sustitución del braille por innovaciones tecnológicas, aún no ha surgido la alternativa que lo reemplace completamente. Y, más aún, se multiplican los indicios de su buena salud con su creciente aplicación en objetos de uso cotidiano con el objetivo de facilitar la autonomía de las personas ciegas en su vida diaria, terreno en el que el braille es todavía difícilmente sustituible. Sirvan como ejemplo las firmas de cosmética, de alimentación o las distribuidoras de vinos que ofrecen sus productos con etiquetas en braille, o la directiva de la Unión Europea que hace obligatorias las inscripciones en braille en los nuevos ascensores, o el hecho de que desde octubre de 2005 sea también obligatorio en la UE el etiquetado en braille de los medicamentos.
Otras iniciativas tienen que ver con los derechos ciudadanos. Así, en países como Francia, Alemania, España, India, México, Colombia o Costa Rica se está aplicando el braille en diferentes fórmulas pensadas para que las personas ciegas puedan ejercer de forma autónoma su voto en las consultas electorales.
La lógica de un alfabeto
La arquitectura del braille, sumamente sencilla y lógica, se basa en la presencia o ausencia de puntos en un signo, que se conoce como «signo generador», compuesto por dos columnas paralelas de tres puntos verticales cada una. Las distintas combinaciones de puntos a partir de esa matriz de seis permiten la obtención de 63 signos diferentes que representan todas las letras del alfabeto.
Louis Braille se basó en la denominada «escritura nocturna» ideada por el capitán de artillería Charles Barbier para que los militares pudiesen mandarse mensajes en la oscuridad. Tenía poco más de 10 años cuando conoció ese código táctil y, tras estudiarlo, llegó a la genial conclusión de que las dos columnas de seis puntos cada una propuestas por Barbier debían reducirse a dos de tres, un tamaño que se adaptaba perfectamente a la percepción de la yema del dedo. También comprobó que la percepción táctil era significativamente más sensible al punto que al trazo lineal en que se basaba el código creado unos años antes por Valentin Haüy. Este sistema, que representaba en trazos lineales las letras del alfabeto visual, fue el que aprendió Braille al ingresar en el Instituto de Jóvenes Ciegos de París, fundado por el propio Haüy en 1784.
Con esos conocimientos previos, Louis Braille concibió un código muy lógico: las diez primeras letras consisten en combinaciones que emplean únicamente los cuatro puntos de las dos filas superiores del signo generador; las diez siguientes son las mismas con la adición del punto inferior de la columna de la izquierda; las diez siguientes se forman añadiendo los dos puntos de la fila inferior; a continuación se incorpora únicamente el punto inferior de la columna de la derecha, etc. Los signos de puntuación se representan con combinaciones de puntos en los que se utilizan únicamente las dos filas inferiores del signo generador.
La invención del alfabeto no detuvo a Louis Braille, a quien además corresponde el mérito de haberlo adaptado a las matemáticas, creando un inteligente sistema de abreviaturas, y a la música, para la que desarrolló un sistema de escritura vertical que se sigue utilizando en nuestros días.
El braille y las nuevas tecnologías
Faltan datos sobre el número de usuarios de braille, así como estudios que establezcan la relación entre el conocimiento de este sistema de lecto-escritura y los niveles de formación académica. Sin embargo, de la información y las proyecciones disponibles es posible deducir que su empleo es minoritario. Las causas son variadas, entre ellas la dificultades para aprender este método de lecto-escritura a edades avanzadas o el elevado coste de producción de recursos en braille. A ellas se ha sumado en las últimas décadas el desarrollo de nuevas tecnologías basadas en la síntesis de voz, que va en detrimento del uso del braille de manera notable, debido, sobre todo, a que muchos libros o información son más fáciles de obtener con sistemas electrónicos.
Sin embargo, ambos recursos, lejos de ser excluyentes, pueden ser complementarios. En los 80 y 90, se consiguieron avances muy notorios en la informática y la electrónica, y hoy día existe la posibilidad de producir en braille mucho más y de forma más barata. Mediante los programas informáticos complementarios oportunos es posible presentar en braille lo mismo que informáticamente se produce en escritura visual. Hay muchas cosas que para la generalidad de la gente han supuesto una mejora respecto a lo que ya tenían, pero para las personas que no ven muchas de esas innovaciones tecnológicas abren caminos anteriormente vedados. Pensemos, por ejemplo, en la gran cantidad de información que puede almacenarse ahora en CD-ROM, y no digamos en DVD-ROM y en otros medios de almacenamiento muy pequeños, y, generalmente, esas maravillas son accesibles ya para las personas que no ven. Internet nos abre horizontes insospechados a las personas que no vemos. Para los ciegos ya no es una utopía leer el periódico todos los días. Sin embargo, lo cierto es que todas esas innovaciones no eliminan el valor del braille, y más bien contribuyen a reforzar sus méritos. Hoy día, lo ideal es combinar adecuadamente braille y voz en el uso de ordenadores, y, de manera más general, en el manejo de la información.
Universalidad del braille
Si, por un lado, es minoritario; por otro, hay que reconocerle al braille un carácter auténticamente universal, ya que en la actualidad se usa en todos los idiomas, incluidos el chino, el japonés o el árabe. En los últimos años se ha aplicado también a lenguas más minoritarias, entre ellas, el guaraní, hablado en grandes zonas de Paraguay; el tibetano o el dzongkha, uno de los idiomas oficiales de Bután. En África, el braille ha sido incorporado muy recientemente al kinyarwanda y al kirundi, lenguas oficiales de Ruanda y Burundi, respectivamente.
En la aplicación del braille a las diferentes lenguas escritas del mundo jugó un papel de extraordinaria relevancia el Consejo Mundial del Braille creado en el seno de la UNESCO en 1950. Este organismo hizo una labor importantísima tratando de preservar la unidad en aquellos puntos que podían ser comunes a varias lenguas, y contribuyó mucho a que se aplicara el braille a lenguas menos comunes que el inglés, el francés o el español. Su presidente, Sir Clutha Mackenzie, publicó en 1953 «World Braille Usage», una obra en la que se exponen principios generales y están contenidos los alfabetos braille de las distintas lenguas de las que entonces pudo conocerse ese detalle.
Posteriormente, el Consejo pasó a depender, primero, del Consejo Mundial para la Promoción Social de los Ciegos (WCWB) y, más tarde, tras su creación en 1984, de la Unión Mundial de Ciegos. El Comité que lo acogió sufrió tantas transformaciones en los objetivos y en su propio nombre, que el braille quedó englobado en un espectro demasiado amplio. En 2000, en la V Asamblea de la UMC, se creó de nuevo el Consejo Mundial del Braille, cuya labor no será nada sencilla.
La informática ha impulsado el que en las áreas lingüísticas principales y en lenguas concretas se hayan introducido cambios. Esas modificaciones se han llevado a cabo sin tener en cuenta otras lenguas y sin la intervención de una autoridad universal, y la consecuencia es que se ha perdido la unidad en el uso de ciertos signos de puntuación, como, por ejemplo, los paréntesis entre idiomas tan próximos como el francés, el inglés y el español, mientras subsisten muchísimas alternativas para representar la ya popular arroba en las direcciones de correo electrónico. La unificación es para muchos un objetivo deseable, pero difícil cuando supone renunciar a algo que uno considera lo mejor para su propia lengua.
Louis Braille (1809-1852)
Louis Braille nació el 4 de enero de 1809 en Coupvray, una pequeña localidad situada al este de París.
A los tres años de edad, mientras jugaba en el taller de guarnicionero de su padre, se clavó accidentalmente una lezna en un ojo. La infección se extendió al otro y quedó totalmente ciego.
A los diez años ingresó en el Instituto para Jóvenes Ciegos de París, que había fundado en 1784 Valentín Haüy. En esa institución permaneció 24 años, primero como alumno y más tarde como profesor.
En 1820 conoció el método de escritura nocturna que había desarrollado el capitán Nicolas-Marie-Charles Barbier para el ejército. Braille lo estudió, propuso algunas mejoras y, a partir de él, elaboró su propio sistema, que completó en 1824, cuando tan sólo contaba 15 años de edad.
A partir de 1827 ejerció funciones de profesor en el Instituto para Jóvenes Ciegos, en el que impartió clases de gramática, historia, geografía, aritmética, álgebra, geometría, piano y violoncello.
En 1829 apareció publicada la primera edición de su método. La segunda, a la que incorporó algunas mejoras, se publicó en 1837 y contenía el método braille tal como lo conocemos hoy día.
Braille murió el 6 de enero de 1852, a los 43 años de edad, víctima de tuberculosis. Fue enterrado en Coupvray, donde se conserva su casa natal convertida en museo.
En 1952 sus restos fueron trasladados al Panteón de Hombres Ilustres de París, no muy lejos del Instituto de Jóvenes Ciegos donde pasó la mayor parte de su vida.